Formación

Una de las principales responsabilidades de la Archicofradía es cuidar la formación cristiana y religiosa de sus miembros, perfeccionándola constantemente y actualizándola de forma que éstos estén capacitados para dar razón de su fe y de su esperanza cuando y donde fuere necesario.

La Archicofradía participa colectivamente en las actividades que nuestro director espiritual organiza conjuntamente para todas las Cofradías radicadas en el convento franciscano. Como complemento se organizan charlas formativas de las que damos cuenta en la sección de noticias.

Para facilitar unas bases formativas a todos los hermanos ponemos a vuestra disposición el curso básico de formación cofrade, editado por la delegación de hermandades y cofradías de la Diócesis en 2002

Las hermandades y cofradías han contribuido grandemente al florecimiento de la vida cristiana entre nosotros. Estas asociaciones religiosas han aportado un importante caudal a la vida espiritual de nuestro pueblo. Y actualmente continúan alimentando la vida cristiana de muchos católicos repartidos por toda nuestra geografía. (De un documento de los Obispos del sur de España).

¿Qué es una Cofradía / hermandad?

Una hermandad es una asociación de fieles, un conjunto de cristianos con una vocación similar de vivir la fe.

Su principal característica viene de su nombre fraternidad, es necesario que todos sus componentes se conozcan y estén dispuestos a ayudarse mutuamente.

El asociarse precisa de una serie de normas, objetivos, fines y actividades que todos quieren respetar y que da personalidad propia a cada cofradía y que quedan reflejadas en los Estatutos.

La Iglesia la formamos todos, cofradías, fieles, grupos parroquiales, caritas, grupos de catequesis, etc. todos los bautizados formamos parte de ella.

La diversidad de estos grupos nos enriquece a todos.

Jesucristo, es el elemento que nos une, es el principio y la finalidad de una cofradía.

Las cofradías no se entienden sin su estética y su manera de vivir la fe, sin ella no seríamos una cofradía, sino una asociación de fieles, pero no una cofradía.

Sin la fe las cofradías no serían lo que son, serían una asociación histórico-cultural.

¿Cuáles son los orígenes de las Cofradías?

La pasión, muerte y resurrección de Jesucristo se reproduce en los Oficios de la Liturgia, en el interior de los Templos, pero la gente del pueblo necesitaba ver más, identificarse con éstos hechos y así sale la Semana Santa a la calle.

Desde el siglo XII ya se empiezan a celebrar procesiones, pero es especialmente a partir del Concilio de Trento (s.XVI), cuando comienza el auge y expansión de este tipo de asociaciones.

¿Qué facetas deben atender especialmente lasa Cofradías?

El aspecto espiritual-religioso, es el principal y fundamental.

– Personalizar la fe

– Promover la celebración comunitaria de la fe, a través de la Eucaristía

– Dar a conocer el pasaje evangélico que se procesiona.

– Dar razón de nuestra fe esperanza en lo que creemos y del por qué lo hacemos.

El aspecto cultural-histórico, como entidades han ido reuniendo a lo largo de los años una serie de elementos artísticos que sirven de expresión del sentimiento religioso, los cuales hay que conservar y potenciar sin perjuicio de la obligada atención social a las personas próximas a su entorno y sectores sociales que lo necesiten.

¿Cuál es su principal actividad externa?

La principal aunque no la única es la procesión, por ello debe de ser especialmente preparada, todo debe de tener un significado y un sentido.

La salida procesional se convierte en una verdadera catequesis popular, por ello debe reflejar una profunda religiosidad, seriedad y respeto.

La culminación de todo esto, debe de dar la impresión de lo que sacamos a la calle, no solo son nuestras imágenes, sino el amor, anunciado diariamente con obras y actitudes tanto a nivel personal como social, de sus miembros unidos en fraternidad.

La Semana Santa concita muchas voluntades, pero no podemos dejar que nos secuestren su sentido más profundo. Celebramos junto a María el Misterio de la Muerte y la Resurrección de su hijo. Es la expresión máxima de nuestra fe, con la idiosincrasia de nuestro pueblo.

Es una fiesta cristiana, pero sin la fe puede quedar simplemente en un mero espectáculo.

Reconocemos la gran riqueza que genera la Semana Santa, pero tenemos el deber de pedir que no desvirtúen el sentido profundo de este Misterio Pascual, o al menos que lo respeten.

Una historia de fe: culto público y fraternidad

Nuestra cofradía se ha dedicado a promover el culto público procesional, que debe ser siempre el fruto externo de una profunda vida interior.

Los cofrades deben de saber, que muchas de las personas que ven nuestra Estación de Penitencia en la calle, apenas tienen otra experiencia religiosa y otro contacto con la Iglesia. Esto aumenta nuestra responsabilidad.

(Cristo y la Virgen María no están en las luces, ni en las flores, ni en los bordados, sino en el esplendor de la fe, de la piedad, y la caridad de los cofrades) Mon. Fernando Sebastián.

Al cofrade de hoy, se le pide una coherencia entre fe y vida, entre actos externos y espiritualidad interior. Esta es la fuerza que mantienen viva la historia cofrade.

Un rico patrimonio espiritual y material

El cofrade debe de conocer su historia y patrimonio, tiene que ser una persona formada al servicio de su hermandad.

Los objetos y las formas, tan ricas en nuestra Estación de Penitencia, alcanza su pleno sentido, al servicio de la evangelización, son instrumentos para interpelar a quienes, creyentes o no, las contemplan.

La procesión, cuando se hace con devoción, buenas obras y oración deben de ser una llamada de fe, para los que nos observan.

El rico patrimonio de las personas

La mayor riqueza de una hermandad la constituyen sus hermanos.

La seriedad con el compromiso cofrade será el primer rasgo que los defina, la sana convivencia crea hermandad.

Otro rasgo será su colaboración con la cofradía, lo que le obliga a participar en las actividades que realice ésta.

La Junta de Gobierno

En ella es donde recaerá la mayor parte de servicio y dedicación a la cofradía, por ello las personas elegidas deben de servir de estimulo para los demás cofrades, siendo importantes colaboradores de la iglesia.

Un patrimonio material: custodiar una herencia

– Los Estatutos. Son las reglas que van a regular los aspectos esenciales de las mismas: fines, derechos y deberes de los hermanos, indican la dinámica y los actos de elecciones de cargos, cultos, sociales, etc.Es obligación de los hermanos el conocer y el difundir los estatutos.

– Libro de Actas. Es importante el llevar un buen libro de actas, en el que recoger los aspectos más relevantes llevados a cabo del año, palabras del Hermano Mayor, junta de gobierno, listado de hermano, actos litúrgicos, culturales, sociales, obras sociales y todo aquello que sea digno de resaltar.

– La Imagen. Es el símbolo por excelencia del cofrade, infunde fervor religioso, devoción, emoción y posee la mayor función pedagógico-evangélica.A través de la Imagen se establece el misterioso diálogo entre la persona y Dios.Los hermanos deben de fomentar la devoción de sus sagrados titulares, así como cuidar en todo momento sus valores estéticos, sus indumentarias sus altares, capillas, ornamentos, etc.

– El Trono. Es el lugar en el que se procesiona la Imagen, hay que cuidarlo y dotarlo de una calidad artística digna.

– La vestimenta cofrade. Es la muestra más evidente de la fraternidad que debe de reinar en la cofradía. El capirote o faraona permiten al nazareno ir en el anonimato más profundo, sin protagonismo de ninguna clase, solamente ir rezando o en continua conversación con sus sagrados titulares.

– La insignia. Es el signo que identifica a la cofradía, a través de sus elementos se conoce su advocación o historia. Todo hermano debe de conocer su significado.

– La Estación de Penitencia. Es el acto central, es necesario cuidarlo con esmero, hay que potenciarla así como el resto de actos a lo largo del año.

La historia comenzó en Belén de Judá. La escena del portal de Belén ha dado lugar a una de las imágenes mas entrañables de nuestra historia familiar y a la fiesta más cálida en los fríos inviernos: la Navidad, en ella celebramos el origen de esta historia de amor de Dios al hombre.

Jesús vive en Nazaret un pequeño pueblo de Palestina, patria del pueblo Judío, gobernado por tres poderes.

Pilatos, que representa a los romanos, el pueblo invasor, su único objetivo es obtener tributos.

Herodes que representa al poder político del pueblo judío sometido. Administra la ley humana y mantiene su estatus con el fin de que se mantenga la paz social.

El Sanedrín que representa al poder religioso, siguen la ley divina, rígida y cerrada, que discrimina a las personas por razón de su raza, sexo, etc, presentan a un Dios vengador y justiciero.

El secreto de Jesús: «Jesucristo es Dios y hombre verdadero»

Jesús de Nazaret no deja indiferente, muchos han visto a Jesús al profeta, al hombre iluminado y valiente, otros ven en Jesús a un revolucionario que quiso subvertir el orden establecido denunciando la hipocresía y la injusticia y proponiendo una nueva forma de vida basada en el amor mutuo.

Tampoco en su tiempo Jesús dejó indiferente a nadie, impactó en la vida de sus discípulos, realizó milagros patentes entre los suyos, se opuso a los poderosos a los fariseos, anunció que los pobres y perseguidos iban a ser lo privilegiados y anunció el Reino de los Cielos.

Pero los ideales de Jesús no eran de este mundo, ni siquiera eran propiamente los suyos, sino del Padre, unos planes de Dios para el hombre que no coinciden con la idea que el pueblo de Israel se había venido haciendo de su liberación y del Mesías, ni siquiera sus discípulos lo comprenden entonces.

Y es que muchas veces la imagen y los deseos que nos hacemos los hombres, están muy lejos del camino trazado por Jesús de Nazaret, un camino basado en una respuesta fiel a lo que el Padre le pide.

El programa de Jesús consistió en hacer posible el Reino de Dios en la tierra, no solo combatiendo la miseria física, sino sobre todo, ofreciendo un estilo de vida incompatible con las ambiciones de este mundo, luchando por la condición humana.

La llegada de Jesús al mundo supone la instauración de un orden nuevo en el que el hombre no vive ya esclavizado por la ley. Es fiel al Padre y por ello se enfrenta con toda la sociedad de su tiempo.

Jesús acepta la autoridad y las leyes de su tiempo, pero se sitúa ante ellas con entra libertad, ante los escribas y fariseos, adopta una postura critica en la interpretación de la ley, ante los sacerdotes, Jesús da un giro radical del régimen de la Antigua alianza, Jesús establece un nuevo orden en las relaciones del hombre con Dios, a quien muestra como Padre cercano.

La mayoría de los contemporáneos de Jesús quedaron escandalizados por esa apuesta por los más débiles y por los pecadores. Los escribas y fariseos acusaban a Jesús de dar un mensaje de subversión que anteponía los últimos, viudas, leprosos y prostitutas a los primeros.

Si Jesús hubiera vivido de otra forma, no hubiera muerto en la Cruz, pero él prefirió la muerte antes que engañar y mentir, antes que callarse ante las cosas que estaban mal y las injusticias del mundo.

Solo su Madre, el discípulo amado y algunas mujeres le acompañaron hasta el final. Con su muerte construye una nueva sociedad basada en los valores del Reino de Dios.

Cristo crucificado es “poder de Dios y sabiduría de Dios porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad divina más fuerte que la fuerza de los hombres”.

Los apóstoles comenzaron su predicación por el testimonio de algo que al mundo le parece absurdo, sencilla y llanamente que Jesús es el Cristo y que ha resucitado.

Id pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñarles a guardar todo lo que yo es mandado» Como el Padre me envió yo también os envío.

Ésta palabras nos lanzan a la misión de los hijos de Dios, vivir y realizar en nosotros la vida del Padre.

María, la Madre de Jesús, es figura relevante en la espiritualidad cristiana. Todo hemos recibido y vivido una devoción mariana.

Todavía hay gente que confunde a María con la imagen que hay en su pueblo e incluso promueve una rivalidad infantil con el pueblo vecino. María es la “Madre de todos”.

Lo que sabemos de María, lo sabemos por el Evangelio

Es muy significativo que María fuese de origen humilde, la importancia de ésta mujer no iba radicar en su condición, sino en su vida de fe y de fidelidad al Hijo.

La vida de María puede considerarse como una peregrinación en la fe.

María en el instante de la Anunciación, después de haber manifestado su condición de virgen, creyó que por el poder del altísimo, por obra del Espíritu Santo, se convertiría en la madre del Hijo de Dios.

La historia de María es una “historia de fe”

La anunciación representa el momento culminante de la fe de María a la espera de Cristo, pero es además el punto de partida en el que se inicia todo.

María es saludada con un “alégrate” como anuncio de la Buena Noticia que se extenderá por todo el mundo, se le confía la misión de parte de Dios: ser madre a través de tres acciones, “concebirás en tu seno”, darás a luz un hijo”, “ le pondrás por nombre Jesús”. Será el Espíritu de Dios, quien inicie en María una nueva Creación.

Es de destacar la actitud de servicio, obediencia y de disponibilidad ante el Misterio de su Hijo. “hágase en mi según tu palabra”.

A lo largo del relato del nacimiento y la infancia de Jesús, podemos comprobar como María asume con naturalidad su papel materno.

María permaneció en intimidad constante con el misterio de su Hijo y con él avanzaba en la fe.

La presencia de María en las Bodas de Caná demuestra cómo seguía la Madre al Hijo y cómo la perseverancia en la fe le permite, situarse entre sus primeros discípulos. La Madre aparece como la primera que cree en Jesús, lo que a su vez provoca la primera señal que suscita la fe de los discípulos.

El Gólgota, el lugar donde Jesús es crucificado y junto a la Cruz está su madre, siguió a su Hijo hasta el final, demuestra una valentía y fidelidad que ninguno de sus seguidores manifestó.

Por medio de la fe, la Madre participa en la muerte de su Hijo

Es significativa la presencia de María en el momento fundacional de la comunidad cristiana, en el que el Espíritu la Consagra para cumplir su misión. María fue coherente con su fe desde la anunciación hasta la constitución de la Iglesia.

La que está presente como Madre en el misterio de Cristo, por voluntad del Hijo y por obra del Espíritu Santo se hace presente, también como madre, en los misterios de la Iglesia.

Un autentico culto a la virgen: no la adoramos, la veneramos

La presencia de la Virgen en el culto cristiano está íntimamente unida a Cristo ya a la Iglesia. En la ternura e María el pueblo ha buscado siempre el gran signo del rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo, María es una señal de esperanza.

La devoción real a María es el camino de nuestra salvación para pasar del ritualismo hueco a una mayor profundidad religiosa.

Otro error que cometen nuestras cofradías a la hora de manifestar el culto a María, es la adoración, es ésta una desviación por exceso, pues María no debe ser adorada. La adoración es un culto debido solamente a Dios, como supremo dueño y señor de todas las cosas. María tiene que ser objeto de veneración, pero ésta debe de ser especial.

La Iglesia impulsa a lo largo del año litúrgico el culto a la Virgen María

– Solemnidades. la Inmaculada Concepción de María (8.12). Santa María Madre de Dios (1.01). La Anunciación del Señor (25.03). La Asunción de la Virgen María (15.08)

– Fiestas. La Presentación de Jesús en el Templo(2.04); la Visitación de la Virgen María (31.05), la Natividad de la Virgen María(8.09)

A pesar de las muchas advocaciones que actualizan el misterio mariano, el culto a María es único e indivisible.

María no hay más que una: la de los Evangelios.

Cada uno ha de elegir entre sus advocaciones preferidas de Nuestra Señora, aquella que le haga más cristiano.

Según quien hable y desde donde hable, se dicen muchas cosas sobre la Iglesia, pero todos ponen de relieve la necesidad de redescubrir la realidad profunda e identificadora de la Iglesia.

La Iglesia “somos todos los bautizados”

La Iglesia somos todos los bautizados. Somos los colaboradores de Dios, nos reunimos partiendo de la fe comunitaria, como hermanos, con la misión de hacer presente el Reino de Dios en la tierra, dando testimonio de verdad, justicia, paz, libertad, amor y fraternidad.

Como pueblo de Dios tenemos unas características que nos distinguen:

– Se llega a ser miembro por el sacramento del Bautismo.

– Tenemos por “Señor y jefe” a Jesús.

– Nuestra “ley” es el mandamiento nuevo. Amar como el mismo nos amó.

– Anunciamos con nuestra vida que el reino de Dios ha comenzado y que queremos vivirlo.

Todos tenemos una misma misión y proyecto, aunque las tareas de cada uno sean distintas, la verdadera fe no es algo individual, sino que es un asunto personal y comunitario.

La Iglesia no es solo los curas, ni frailes y monjas, la iglesia somos también nosotros, iglesia es nuestra cofradía y eres tu, todos estamos en la misma barca y todos somos responsables.

Somos nosotros, los cristianos los que tenemos que trabajar por y para la Iglesia.

Los sacramentos son la vida de la iglesia

Todos debemos de colaborar en la misión fundamental, anunciar y vivir el Reino de Dios, la parroquia es la visión de la iglesia en el barrio o ciudad en el que vivimos, ella nos ofrece los medios para vivir la vida cristiana.

La vida cristiana se expresa en comunidad a través de los sacramentos, se conciben como una fiesta, lugar de encuentro con alegría, convivencia y algo que compartir.

Junto al Bautismo y la Confirmación, la llamada Iniciación cristiana se completa con el sacramento de la Eucaristía, en ella recordamos la palabra de Dios y realizamos nuestras peticiones: liturgia de la Palabra. Perpetuamos la muerte y resurrección de Jesús con los signos del pan y el vino, cumpliendo su mandato: liturgia del sacrificio. Y nos unimos profundamente a Él y los demás con el rito de la comunión.

La misa es una llamada a la asamblea del pueblo, un cristiano no debe de ir por obligación o compromiso, sino por necesidad de ir.

Los sacramentos acrecientan y refuerzan la vida personal y social del cristiano, el principal la Eucaristía.

Las Cofradías, parte del cuerpo de Cristo

Las cofradías deben dejarse llenar del Espíritu para, en primer lugar, descubrir sus respectivas funciones específicas como parte de la Iglesia, y en segundo lugar para que, a través de su carisma y actuación, cada uno de sus hermanos descubra la misión a la que es llamado por Dios.

Como movimiento eclesial las cofradías debemos alimentarnos de actuaciones que son la base de la vida cristiana, la lectura de la palabra de Dios, la catequesis como proceso de formación, la participación en los Sacramentos como impulso de una vida renovada, la oración como punto y lugar de encuentro.

Nuestro acercamiento a otras comunidades de la Iglesia

Las cofradías tenemos nuestras propias características, entre las más significativas está el culto público, la catequesis plástica y visual, la práctica de la caridad fraterna, etc. todas estas peculiaridades, no rompe la unidad e los cristianos, si llegamos a entender que los cristianos cada uno tenemos una misión, un compromiso y una vocación.

Tenemos que fomentar el acercamiento frecuente a los Sacramentos, la formación de los hermanos, acudir frecuentemente a la oración comunitaria. Así mismo debemos de acercarnos a otros grupos, asociaciones de la Iglesia.

El calendario litúrgico pone a nuestro alcance una serie de momentos que podemos compartir con el reto de la Iglesia.

La Parroquia, una comunidad de comunidades

La parroquia es la célula básica de la Iglesia, la comunidad de referencia, en la cual nos unimos a nuestros hermanos más cercanos, ésta a su vez debe de favorecer la integración de todos en su seno.

Todos los integrantes de la parroquia deben de luchar para que no haya elementos que estorben una autentica vida de comunidad y fraternidad. La unidad de la parroquia es fundamental para su buen funcionamiento y para llegar a Dios.

La Iglesia hace memoria del sacrificio de Cristo

Cuando celebra la Eucaristía, la iglesia recuerda, los acontecimientos de la salvación, de forma muy especial la pasión, muerte y resurrección del Señor.

A su vez, actualiza, hace presente en cada celebración el acontecimiento de la pasión, muerte y resurrección del Señor y que fue la finalidad de toda la vida de Jesucristo, su entrega hasta la muerte por su amor a nosotros.

Se anticipa la vida eterna, la salvación plena y definitiva que nos ha conseguido el Señor.

Al celebrar la Eucaristía, hacemos presente el único sacrificio que realmente salva, por el que somos perdonados. La Eucaristía es según la carta a los hebreos “un sacrificio de Alabanza” y de acción de gracias.

La Eucaristía construye la Iglesia, como Cuerpo de Cristo

A partir de la Eucaristía, San Pablo entiende a la Iglesia como verdadero “Cuerpo de Cristo Resucitado”.

Cristo resucitado está presente en la reunión de los cristianos, aunque sean muy pocos.

La comunidad cristiana es mucho más, es el cuerpo de Cristo través del cual Jesucristo salva a todo el que cree en Él y le sigue.

La Eucaristía nos hace a todos miembros unos de otros: Hermanos

La Eucaristía, tercer sacramento de la Iniciación Cristiana junto al bautismo y la Confirmación, nos hace cuerpo de Cristo Resucitado. No miembros iguales, sino diferentes.

Ser miembros del Cuerpo de Cristo, genera la “comunión con los hermanos”, es comunión con todo bautizado, que es mi hermano. “los amigos se escogen pero los hermanos nos vienen dados”.

Si se olvida la Caridad, la celebración de la Eucaristía se convierte en escándalo

Juan Pablo II nos ha dicho recientemente:” un signo de la misericordia de Dios, hoy especialmente necesario, es el de la caridad, que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en pobreza y marginación…”

No es tanto que la Eucaristía nos compromete con el amor al prójimo, es que la Eucaristía misma es amor de Dios a mí y a todos y fuente de mi amor a Dios y al prójimo, que son hermanos.

La Eucaristía nos envía a llevar la Buena noticia: nos hace misioneros

Al finalizar la Eucaristía se nos dice “podéis ir en paz”, esta frase tiene un doble significado, primero, que lo que hemos celebrado lo acojamos como gracia, como el gran regalo del Padre, y que no acabe en el templo y segundo que los que hemos celebrado la Eucaristía lo anunciemos a los demás.

Cada domingo es fiesta:”La familia apóstol del día del Señor”

La familia es un cauce privilegiado para transmitir la fe y los valores cristianos.

Juan Pablo nos dice que celebremos el domingo como el “Día del Señor”, la familia está llamada a ser hoy “apóstol del día del Señor”.

El domingo es una formación cristiana permanente e insustituible en la sociedad actual.

La Eucaristía es encuentro de la familia de los hijos de Dios, en torno a la mesa de la Palabra divina y del Cuerpo de Cristo, cada domingo es una fiesta.

Preocupados por lo esencial.

En la vida cristiana conviene distinguir entre lo importante y lo secundario, un ejemplo de esta confusión entre lo esencial y lo secundario, podría ser incluso como se supervalora las promesas, las ofrendas: no asisto a Misa del Domingo, pero voy cada viernes a visitar a la imagen de mi devoción.

Es necesario hacer descubrir a nuestra gente menos formada, la riqueza de nuestra fe y qué es lo esencial, entonces se actúa de otra manera, las prácticas religiosas las realizan no como una obligación, sino como una necesidad interior.

Ser cofrade cristiano no puede limitarse a unas practicas religiosas exigidas por unos Estatutos, se tiene que notar en la vida diaria. Hay que ser cristiano de corazón y no conformarse con serlo solo de devociones.

Las obras son buenas o malas según el espíritu con que las hacemos. La cofradía cuando sale a la calle debe ser el reflejo de su actividad normal, debe de tener un valor social que le haga acreedor de su confianza.

– el cristiano es un hombre que cree y acepta la presencia de Dios en su vida.

– reconoce a Cristo como único Señor y lo celebra en los Sacramentos.

– la alegría cristiana es un producto de paz interior, un don precioso.

Vivir la fe en grupo, en hermandad

Hoy más que nunca, los cristianos tenemos que aprender a vivir la fe en grupo, el nuevo modo de vivir la fe en grupo lo podemos comenzar nosotros a experimentar en la cofradía.

No tiene sentido reunirse mil veces para hablar de dinero y de cultos y no preocuparse por los demás hermanos. Tampoco tiene sentido pertenecer a una cofradía y no tener curiosidad por conocer y saber cosas de ella, de la parroquia o de lo que piensan otros grupos cristianos.

Unir fe y vida: ser consecuentes

Creer no es recitar, sino vivir y practicar eso que decimos creer.

Para Dios siempre es tiempo de conversión y a nadie se le niega en la iglesia una nueva oportunidad.

La labor misionera de los laicos. En medio del mundo

Todos los seglares cristianos, comprometidos y asociados, debéis ser la avanzadilla de la misión evangelizadora de la Iglesia, a los cristianos laicos se le requiere el testimonio valiente y razonado en todos los ámbitos de la sociedad.

La presencia del seglar cristiano en el mundo, su compromiso con las tareas de mejoras, son un signo de la vitalidad de la Iglesia, tienen que ser:

– Un creyente que proclama con valentía su fe en Jesucristo.

– Persona de comunión, no es un solitario sino un solidario.

– Paciente, porque que el Reino de Dios se va haciendo paso a paso y día a día.